Acostumbrada a evaluar las vidas de los demás en sus encrucijadas más complejas, Fiona Maye se encuentra de golpe con que su propia existencia no arroja el saldo que desearía: su irreprochable trayectoria como jueza del Tribunal Superior especializada en derecho de familia ha ido arrinconando la idea de formar una propia, y su marido, Jack, acaba de pedirle educadamente que le permita tener, al borde de la sesentena, una primera y última aventura: una de nombre Melanie. Y al mismo tiempo que Jack se va de casa, incapaz de obtener la imposible aprobación que demandaba, a Fiona le encargan el caso de Adam Henry. Que es anormalmente maduro, y encendidamente sensible, y exhibe una belleza a juego con su mente, tan afilada como ingenua, tan preclara como romántica; pero que está, también, enfermo de leucemia. Y que, asumiendo las consecuencias últimas de la fe en que sus padres, testigos de Jehová, lo han criado, ha resuelto rechazar la transfusión que le salvaría la vida. Pero Adam aún no ha cumplido los dieciocho, y su futuro no está en sus manos, sino en las del tribunal que Fiona preside. Y Fiona lo visita en el hospital, y habla con él de poesía, y canta mientras el violín de Adam suena; luego vuelve al juzgado y decide, de acuerdo con la Ley del Menor.
Este libro no lo elegí yo literalmente para leer. Fue una elección entre los participantes del Club de Lectura de mi instituto. Tal vez al principio me negara un poco a leerlo aunque su sinopsis me llamara la atención, ¿Por qué sería?
Primeramente, no es una historia como las que suelo leer habitualmente. Se nota la madurez de este tipo de novelas.
Leerla con una perspectiva adolescente, hace que muchas de las cosas no hayan sido entendidas de la forma que quería el autor. Por eso, me di la oportunidad y reuní las ganas para leermelo una segunda vez. Y ahí sí, sentí y percibí lo que realmente quería para terminar de comprender el libro.
No quería hacer esta reseña antes de ir a la Tertulia porque sabía que allí muchas de las ideas se me iban a aclarar, o también abrir un espacio más en mi cabeza con más preguntas. Y de hecho, fue así.
Me gustó mucho poder leer una novela que el amor no fuera el centro de atención como suele pasar siempre. Hay amor, pero lo mezcla con muchos otros temas que pasan por delante de este, y deja quedarse oculto.
Hay varios temas sobre qué tratar, principalmente las religiones que se mostraron en el libro. Hay cosas de las cuales yo nunca me imaginaría que pudiera ser de esa forma. Pero claro, todos hemos nacido en lugares donde la sociedad nos ha puesto formas de ver la vida que hoy en día nos parece de lo más normal. Entonces si llega alguien queriendo cambiarnos, nos oponemos. Cada uno, tenemos nuestras creencias (sin necesitad de ser religiosas), y vivimos bien así.
Seguro que os estaréis preguntando el por qué estoy hablando de esto. Este libro deja mucho que pensar sobre las otras culturas que nos rodean en el mundo pero que nosotros o no queremos saber nada, o simplemente, no nos importa.
Volviendo a la estructura del libro, he de decir que se hace demasiado pesado al principio. La mujer es una abogada, la cual siempre está dejándonos saber sus pensamientos, sus casos, toda su vida...Y ahí viene. No se puede comenzar a leer este libro pensando en cuándo va a llegar la parte de acción, porque se te hará una carga mucho más fuerte e insoportable incluso.
Una cosa que sí que quiero comentar porque me apasionó, fue la parte artística. Y ahora os preguntáis, ¿Cómo hay ese tipo de tema en una historia como esta?
Todo se puede relacionar. Y esta es una de las formas más hermosas que he visto.
Todo se puede relacionar. Y esta es una de las formas más hermosas que he visto.
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